Una visión francesa de La Forestal en 1911 | Norte Chaco

2022-07-23 02:07:43 By : Ms. Grace chan

Hoy quisiera que me acompañaseis mentalmente en la excursión que hice al Norte de Santa Fe, a través de los “quebrachales” y de las fábricas de extracto de quebracho.

Hoy están casi todas englobadas o fusionadas en una empresa única, la Forestal del Chaco, entidad enorme, puesto que su capital asciende a millón y medio de libras esterlinas, la más grande desde el punto de vista industrial en la Argentina y que se clasifica por su importancia financiera después de las compañías de ferrocarriles.

Es una empresa-tipo, hermosa en su sencillez y cuya prosperidad abre horizontes sobre la riqueza de este Norte argentino en el que apenas se piensa. Es verdad que reúne todas las condiciones para el triunfo: enorme extensión de bosques explotados, ricos en quebracho, a su vez rico en tanino, facilidades de explotación y de exportación aseguradas por el ferrocarril francés de Santa Fe y por el río Paraná.

En Buenos Aires había tenido la satisfacción de encontrar a uno de nuestros más distinguidos compatriotas, al barón Federico Portalis, biznieto del gran jurisconsulto y uno de los iniciadores de La Forestal. El Sr. Portalis llegó a la Argentina hace treinta años, con sus hermanos.

Ellos son de los que tuvieron siempre fe en el porvenir del país a pesar de las crisis porque atravesó y cuyas consecuencias funestas compartieron ellos. Pero gracias a su obstinación inteligente y a su sentido claro y preciso de las cosas argentinas, han llegado a crearse entre la colonia extranjera de Buenos Aires una posición sin igual.

Se puede decir que su acción aquí es preponderante. Son de aquellos hombres que continúan conservando a Francia su influencia y su autoridad (…) desde hace treinta años han ido mezclados sus nombres en todos los grandes negocios, cuando no eran ellos los iniciadores. Con otro francés distinguido, el Sr. Hileret, contribuyeron al desenvolvimiento de la industria azucarera en Tucumán y del outillage francés; crearon las primeras entidades ferroviarias francesas en la Argentina; fundaron el Banco Francés del Río de la Plata, del que fueron primeros administradores, y colocaron empréstitos de la provincia de Buenos Aires y de Santa Fe en sociedades de construcción, de trabajos públicos y de Cajas hipotecarias; representan la Administración general de los caminos de hierro y de los trabajos públicos y fundan y explotan centros ganaderos. Y ¡qué sé yo qué más! Pero la gran empresa de los Portalis y de su hábil asociado Sr. Negri, es la creación y explotación de La Forestal.

Un día, un obrero curtidor de La Boca, en Buenos Aires, observó el color de herrumbre y la cualidad del agua en donde se mojaban los troncos de quebracho que se arrastraban sobre los muelles. Esta madera, que venía del Norte, no era todavía requerida más que por su extrema dureza; se conocía su imputrescencia y se la usaba para construcciones.

En Tucumán, servía para hacer rodillos moledores de caña de azúcar. A ese obrero le pareció que el agua color de herrumbre tenía gusto a tanino y que, por consecuencia, debía poseer las mismas cualidades que la corteza de encina, utilizada entonces para curtir cueros. Ensayó la nueva disolución: la experiencia fue concluyente.

Ese descubrimiento tan fácil, fue maravilloso; no se trataba solo de la corteza de un árbol que suministraba la materia para curtir, sino del árbol mismo, y de un árbol que cubría los inmensos bosques del Norte argentino. Después de una exposición forestal en Buenos Aires en 1872, uno de nuestros compatriotas, Adrien Prat, envió a Ernest Dubosc, fabricante de extractos de madera en El Havre, muestras de esencias de maderas y, entre ellas, de quebracho rojo.

Al año siguiente, Dubosc adquirió una patente por quince años para la fabricación de extracto de quebracho. En 1878 se propuso a los señores Portalis el derecho de talar una decena de leguas cuadradas de bosques situados cerca de Reconquista, en Santa Fe. La oferta era tentadora.

Los Portalis se informaron en el Havre sobre el resultado de las pruebas. Se les contestó que el quebracho poseía excelentes propiedades curtientes y que el extracto que se produciría llegaría a valer caro algún día. Por la misma época, un alemán, Harteneck, introducía el quebracho en su país, sin mucho éxito al principio. Alemania se obstinaba en utilizar para el curtido de cueros a la corteza de encina que venía de Polonia y de Austria, mientras que Francia continuaba empleando el castaño y los EEUU el hemlock, variedad de encina muy difundida en América del Norte, pero que está en camino de agotarse, como observaba el mismo vicepresidente del trust yanqui.

Sin embargo, era evidente que la riqueza del quebracho en tanino superaba a la de todas las competidoras, como el castaño, la encina, el mirabolam, valoné, mismosa, etc. Así se dieron cuenta norteamericanos y alemanes y Alemania llegó a ser, después de la América del Norte, el mejor cliente de la Argentina. No obstante, la encina austríaca entra libre de derechos, en tanto que el quebracho paga tasa de 25%. Pese a esos obstáculos, la exportación fue aumentando (…) la legua de bosque comprada a 5 ó 6 mil francos no la vendería hoy su propietario por 300.000.

Los señores Portalis y Harteneck trabajaron cada uno por un lado, contentándose hasta 1895 con exportar maderas a tanineras de Europa y América. También las vendían en la Argentina, para construcción de muelles, traviesas de vías, cercados, bordes de aceras, etc. Pero Harteneck decidió asociarse con su compatriota Renner, quien fabricaba en Hamburgo, con madera importada, extracto tánico. Crearían en la Argentina, en los mismos puntos de explotación, fábricas de extracto, economizándose los fletes de la materia en extremo pesada. Al mismo tiempo, Portalis y Harteneck, que hasta entonces se habían hecho competencia, decidieron unirse. Así se formó en 1902 la “Sociedad Forestal del Chaco”.

Al entrar Renner en la Sociedad se crearon muchas fábricas de extracto, y la compañía llegó a repartirse dividendos de 30%. En 1905 quiso la Sociedad tener sus ferrocarriles, sus buques y nuevas fábricas. El desarrollo exigía un acrecentamiento del capital y la pequeña sociedad con capital de 12 millones de francos se convirtió en una compañía inglesa con 1 millón de libras de acciones y 500.000 de obligaciones. Los tres continuaron en la empresa, donde no entraron más que algunos accionistas extranjeros. De este modo se constituyó la Forestal.

-Nuestras acciones -me decía Portalis- valen hoy 200% y no hemos repartido nunca dividendos menores del 9%. En cuanto a las obligaciones de una libra esterlina son cotizables por encima de la par.

La Sociedad de “La Forestal” no posee menos de 270 leguas de selvas vírgenes, donde abunda sobre todo el quebracho. Además, toma en arriendo 72, lo que eleva a 325 el número de leguas a explotar. Desde 1902 ha creado 4 fábricas de tanino. La más importante de ellas, La Guillermina, puede producir anualmente 24.000 toneladas.

-Cuando fuimos allá por primera vez, en 1903 -me dijo Portalis- nos fue preciso acostarnos bajo una tienda de campaña y hoy es Guillermina una pequeña ciudad de 5.000 habitantes, en plena selva y alumbrada por la electricidad. A 300 km al Norte se halla la fábrica de Calchaquí, que produce anualmente 15.000 toneladas de extracto. Otra instalada en Peguahó produce 7.000 toneladas y la de Mocoví, 8.000. (…) Por otra parte, compramos el extracto producido en Gallareta, perteneciente a la Compañía de Tanino de Santa Fe, que produce unas 2.000 toneladas. La Forestal produce en total 65.000 toneladas, valuadas en 36 millones de francos. “Nos fue preciso construir 300 km de ferrocarril Decauville que unen las diferentes zonas explotadas con las fábricas y la línea principal del camino de hierro francés de Santa Fe y al río Paraná. Una flotilla de cinco embarcaciones, un vapor y dos remolcadores asegura el servicio fluvial hasta Colastiné, puerto de Santa Fe, y aun hasta Buenos Aires. Hemos construido dos puertos y dos muelles en Piracuá y Piracuacito. Nuestro ganado está constituido por 26.000 cabezas, 15.000 bueyes de acarreo y el resto para alimentación del personal, empleados y trabajadores, una población total de 12.000 almas.

Nos hallamos en el corazón de los “quebrachales”. Los rojizos quebrachos elevan sus altos y rectos troncos, cargados en su copa de ramas nudosas e irregulares. La forma de su ramaje y la esbeltez del tronco le dan el aspecto de nuestros pinos-quitasoles. Pero sus hojas pequeñas, puntiagudas y relucientes, se asemejan a las de un boj que fuese espinoso. Los quebrachos tienen en su mayor parte, de 4 a 10 metros de altura y algunos alcanzan excepcionalmente una elevación de 20 y 25 metros.

Si es cierto que se necesita un siglo para que adquiera aquí un árbol regular desarrollo, ¿qué edad tendrán estos? Otros son más delgados y sus troncos zambudos y nudosos. Son los quebrachos blancos, menos solicitados por ser más difíciles de trabajar. Por un empalme de La Forestal llegamos a una zona de explotación en el centro de la selva. En honor nuestro va a ser talado uno se los árboles más viejos y corpulentos. Dos leñadores nos acompañan ante la víctima elegida.

Es un gran quebracho de ramas enormes llenas de musgo fino y verde como el de las encinas de la Luisiana. Pregunto su edad y los leñadores, que no saben nada, me contestan que debe tener 1.000 años, por lo menos. Pero si es cierto que el tronco espesa sólo algunos milímetros cada año y que un árbol centenario no da más que dos o tres buenas traviesas de ferrocarril… Los peones le atacan rápidamente, a unos 50 centímetros del suelo, y muy pronto se le ve a punto de caer.

Todo cruje, y en derredor cae el polvo de los siglos sobre la vegetación reciente. Un carromato al que van uncidos unos bueyes y que se mueve, no se sabe por qué prodigio entre los intransitables breñales, conducirá el quebracho cortado a un taller próximo donde será trabajado.

El jefe de explotación de esta sección de La Forestal es un inglés. Habita allí cerca, en una casita blanca con ventanas verdes, construida en un claro del bosque talado hace tiempo. Por delante se extiende un pequeño jardín y un gran rectángulo de alfalfa de un verde fresco y claro. El interior del edificio está amueblado con asientos de rotén y un piano adornado con muselinas de flores, álbumes y retratos. Un pequeño rincón de Inglaterra, íntimo y familiar.

La venta de maderas de quebracho de La Forestal en Europa y en los EEUU llegó en 1909 a 223.000 toneladas, cuando la cifra total de la exportación argentina y paraguaya era de 343.000 toneladas. Además, suministró a los ferrocarriles argentinos enorme cantidad de traviesas de urundáis, de gayaes y de quebrachos. A partir de 1907 se generalizó el empleo de esas traviesas.

La Forestal firmó un contrato, según el cual deberá suministrar a las compañías para 1912 más de dos millones de traviesas. Las compañías británicas intentaron en estos años, en interés de la metalurgia inglesa, reemplazar traviesas de quebracho con enormes barras de hierro huecas y aplastadas. Pero hubo que renunciar al intento, pues nada iguala esta madera admirable, dura como el hierro, que por las sales que contiene es imputrescible. El director de los ferrocarriles del Estado, Sr. Ramallo, me decía: -Las traviesas duran tanto como sitio hay en ellas para atornillar las tuercas de los raíles.

Ahora bien: los beneficios de la compañía, en estos últimos años sobre todo, se deben a la venta del extracto tánico. Quise ver fabricar este producto famoso. El tren que nos conducía se detuvo en Calchaquí, donde debíamos visitar una de las fábricas principales de La Forestal. Muy cerca de la estación se extiende un vasto espacio de terreno cubierto de árboles cortados, de planchas cuadradas y de troncos con raíces.

Bajo un techado lleno de ramas secas, de virutas y de astillas de tono rosado, malva y violeta, se ocupan los operarios de cortar los troncos de quebracho rojo, despojados de la corteza y de la albura. Una especie de afila-lápices gigantescos, provistos en su interior de agudos dientes a los cuales se les saca filo cada seis horas, desmenuzan la madera con un movimiento giratorio, reduciéndolas a virutas y a un aserrín fino que por medio de un aparato son conducidos a grandes calderas de agua hirviente.

La infusión se efectúa metódicamente pasando el agua cargada de quebracho por una serie de recipientes gigantescos, para super-saturarla de tanino. La ebullición y la destilación prosiguen hasta que se obtiene un jarabe, una especie de caramelo que, una vez enfriado en moldes, queda reducido a una sustancia frágil, quebradiza, susceptible de pulverizarse fácilmente, con el aspecto transparente de un granate muy oscuro.

El extracto se exporta a Europa, sirviendo para curtir los cueros, una vez disuelto en agua. Los 230 operarios de la fábrica de Calchaquí trabajan diariamente 150 toneladas de quebracho que producen de 40 a 50 de extracto, sumando al mes 1.300 por término medio. El salario de esos operarios es de 3 pesos diarios. Se necesitan tres toneladas de madera, que valen 20 pesos (45 francos) para producir una tonelada de extracto. El precio de fabricación de cada una se eleva a 170 pesos papel (328,50 pesos).

Hay que contar además unos veinte pesos que importa el flete (por tonelada) desde aquí a Hamburgo. Yo procuré informarme por el mismo director de la fábrica, que es alemán, de las causas a que obedece el rápido desenvolvimiento de esta industria que data de ayer, como quien dice. Y el director me contestó: -El quebracho ha triunfado de las maderas rivales por su gran riqueza en tanino. Esa riqueza es doble que la de la encina más solicitada hasta ahora. Además, es aprovechable el árbol entero, el tronco y las ramas, dejando de utilizarse únicamente la albura, que es muy delgada, la corteza y las hojas. En cambio, de las otras maderas rivales de la del quebracho, como la encina, el castaño y el hemlock, no puede aprovecharse más que la corteza.

El quebracho tiene otra ventaja, pues permite el curtido rápido de los cueros. Antiguamente, el negociante en curtidos tenía que ser rico o contar con dos grandes capitales, puesto que era preciso dejar los cueros en remojo ocho o nueve meses para poder utilizarlos. Esto inmovilizaba un capital enorme.

Ahora, con extracto de quebracho, bastan dos o tres meses para curtirlos. Al abandonar la explotación de Calchaquí pensé en el porvenir industrial, no ya de esa región, sino de toda la Argentina. ¿Por qué -me preguntaba- habría de seguir enviando eternamente a Europa y América sus cueros, y sus lanas, sus maderas y su tanino, cuando le sería tan fácil crear fábricas de hilados, de tejidos, de curtidos y de calzados?

*Periodista. Entre 1906 y 1912 recorrió gran parte de la Argentina y escribió crónicas para Le Figaro, que se recopilaron luego en dos libros: “Del río de la Plata a la cordillera de Los Andes”, y “De Buenos Aires al Gran Chaco”. El texto precedente es un fragmento de esta última obra.